sábado, 21 de enero de 2017



Análisis de “Mensaje sin destino” de Mario Briceño


   Luego de que Uslar Pietri promoviera una investigación en el siglo XX, por una “crisis literaria” que se llevaba a cabo en el país. Mario Briceño escribió un ensayo “Mensaje sin destino” planteando su punto de vista, para explicar que, más que una crisis literaria, sería una  “crisis de pueblo”.  Pese al tiempo que ha pasado desde que se escribió el ensayo, pareciera que las cosas no han cambiado desde entonces.

   ¿Por qué si estamos en pleno siglo XXI, la sociedad venezolana sigue en decadencia? ¿Falta de valores o conciencia histórica? Venezuela carece de continuidad, y conciencia histórica. Siendo éste un país con suficiente trayecto histórico, pero con un pueblo antihistórico, lo que convierte el problema en lo que Briceño llamó una  “crisis de hombres”.

    Tal vez algunos no estarán de acuerdo con el ensayo de Mario Briceño, porque nos acusa de carecer de amor por nuestra historia, pero… ¿cuántos sabemos? Tenemos muchos días conmemorativos, 19 de Abril, 24 de Junio, 5  de Julio, 24 de Julio, 12 de Octubre. Gran mayoría sólo las recuerda porque sirven como días de descansos. Y pocos saben, incluyéndome, lo que realmente pasó en esos días, y el por qué se conmemora. Como expresa Briceño “Hemos visto más a la liturgia de las efemérides que el permanente valor funcional de la historia como creadora de actos nuevos”. Entonces, si hay una “crisis de pueblo”,  carencia de patriotismo en los venezolanos hacia los valores históricos. Y un amor sobrevalorado hacia los próceres, y no a su historia.
 
    Una “crisis de pueblo” Briceño sostiene “Al asentar que padecemos una “crisis de pueblo”, no me refiero al pueblo en ninguno de sus valores corrientes de conjunto étnico, de sector social o económico, o de unidad o modo de ser político” .  Existe por falta de sentido histórico, por desconocer y no buscar lo que nos identifica como nación. Iragorry prosigue “Y justamente no somos “pueblo” en estricta categoría política, por cuanto carecemos del común denominador histórico que nos dé densidad y continuidad de contenido espiritual del mismo modo que poseemos continuidad y unidad de contenido en el orden de la horizontalidad geográfica”.

    Para Briceño, ser  un pueblo antihistórico, traía como consecuencia que “nuestra gente no asimile su propia historia en forma tal que pueda hablarse de vivencias nacionales, uniformes y creadoras, que nos ayuden en la obra de incorporar a nuestro acervo fundamental nuevos valores de cultura”. Por lo que nos convierte en un pueblo desorientando, que no sabe hacia dónde ir,  porque no sabe de dónde viene.  Estamos acostumbrados al extranjerismo, a valorar la cultura de otros países, más que a la nuestra. Pero esto se debe a que no tenemos una base histórica sólida del cual apoyarnos.

    Si la historia  es el “sentido de continuidad y de permanencia creadora” nos pone en una situación de desasosiego, siendo nosotros unos desconocedores de la vida pasada de nuestro país. Briceño señala “Nosotros en cambio, no hemos buscado en nosotros mismos los legítimos valores que pueden alimentar las ansias naturales de progreso”. Somos un pueblo conformistas de las vivencias de un pasado y presente. Conforme por ello,  bloqueamos la posibilidad de un progreso que podría ser premeditado a través de la historia.
 Para tener continuidad histórica, es necesario aceptar y tomar en cuenta todo acontecimiento pasado, para crear un modelo histórico que nos permita nuestro desarrollo como nación “formado sobre estructuras ideales, a través de un proceso sedimentario de generaciones”.  Debemos asumir nuestra historia con todo su contenido. Briceño explica “nuestra historia no es la de los opresores sobre los oprimidos: tan valioso es el aporte de los españoles, como el de los indios, negros, pardos y mestizos. Esa es la historia que debemos asumir; aquella con sus errores y aciertos, bélica y civil”. De eso se trata la continuidad histórica, de reconocer y aceptar, para progresar.

    Antes con la colonización española, los venezolanos para saciar la necesidad de alimentarse utilizaban nuestra tierra fértil para sembrar, y aprovechaban las actividades agropecuarias. Nuestro país también  tenía muy buenos ingresos económicos por el cultivo de café, cacao, tabaco, ect. Dejaron de lado estas actividades con la llegada del petróleo, claro que la llegada era un cambio positivo para nuestra economía, pero dicho cambio también trajo consigo un cambio negativo a nuestra cultura, a lo poco que nos quedaba de cultura. Al abrirle las puertas a todo lo del exterior, nos dejamos influenciar tanto, que olvidamos que nuestro país es tan bueno como el de los extranjeros. Y la economía del país pasó a corresponder sólo a las ganancias obtenidas del petróleo, olvidándonos  de nuestro pasado económico (también bueno) de agricultores.

   Tristemente carecemos de amor a nuestras tierras, a nuestra patria. Nuestro país cuenta con espacios geográficos maravillosos. Y Mario Briceño enfoca en su ensayo el problema que tenemos los venezolanos en apreciar más lo de otras culturas, “El venezolano pudiente conoce mucho mejor el paisaje alpino, la Costa Azul o los lagos canadienses, que las llanuras de Guárico, las crestas andinas, las selvas guayanesas o las costas orientales”. Hemos perdido el sentido nacional, ¿por qué creemos que lo demás es mejor que lo nuestro? Reconozcamos nuestras costumbres, tradiciones, nacionalidad, para fortalecer nuestra cultura. Nuestra conciencia histórica como venezolanos.

    “En los distintos órdenes del progreso no hemos hecho sino sustituir un fracaso por otro fracaso, para lograr, como balance, la certidumbre dolorosa de que nuestra educación, nuestra agricultura, nuestra vitalidad, nuestra riqueza misma, viven una permanente crisis de inseguridad y de desorientación”. Expresa Briceño con preocupación. Es necesario aprender de los errores pasados, enamorarnos de nuestra patria, de nuestras costumbres. Es hora de crear nuestra historia, a partir del aprendizaje y vivencias pasadas. Y como dice Mario Briceño Iragorry “en tiempos de profunda crisis nuestro deber es ayudar al Pueblo, no a que grite, como aconsejan los demagogos, ni a que olvide sus desgracias, como indican los conformistas del pesimismos, sino a que reflexione sobre sí mismo, sobre su deber y su destino.”